La sabiduría popular nos recuerda de dónde venimos y hacia dónde vamos. Viejos adagios nos dicen “que el comer mató a muchos y el hambre casi a ninguno”, también “que a buena hambre no hay pan duro”; frases que se interpretan como una gran realidad en un mundo en el que la obesidad arrebata más vidas que el mismo coronavirus.

¿Será acaso que vivimos en un ambiente obesogénico? La respuesta es contundentemente “sí”; o acaso cuántos comerciales en radio y televisión nos ofrecen comida saludable, cuántos nos incitan a realizar ejercicio, cuántos nos recomiendan la importancia del viejo refrán que menciona “desayuna bien, come más, cena poco y vivirás”.

¡No solo de pan vive el hombre! En efecto, la alta ingesta de alimentos elaborados a través de procesos industriales en los que se utilizan saborizantes, aditivos y colorantes para darles apariencia de alimentos verdaderos, cuando en realidad no lo son, nos vuelven día a día adictos al azúcar y nos predisponen a ser obesos; es el caso de los pasteles, dulces, comidas rápida, bebidas azucaradas, leche con sabor, entre otros. Por el contrario, los alimentos naturales como plantas o animales que no han tenido ningún procesamiento industrial, es decir, no se les adiciona sustancias en su proceso, excepto el agua; resultan ser más benéficos para la salud. En este orden de ideas, cabe concluir que “alimento que se pudre es saludable”.

Además, ¡A Dios rogando y con el mazo dando! Es un refrán que traduce la recomendación de las sociedades científicas de realizar como mínimo 150 minutos de actividad física a la semana, 30 minutos de lunes a viernes, disminuyendo con ello el riesgo de enfermedades metabólicas y hemodinámicas (hipertensión arterial, diabetes, dislipidemia, cáncer) por mencionar algunas. Si buscamos además bajar de peso aumentar el tiempo de ejercicio es la solución, entre 250 a 300 minutos semanales, 50 a 60 minutos de lunes a viernes. Esto nos permitirá contrarrestar el sedentarismo pues estamos en una sociedad obesogénica en la que la
tecnología consume las calorías que nosotros reservamos por lo cual engordamos.

Probablemente el aislamiento al que nos hemos visto sometidos en el último año ha estropeado nuestros planes laborales, profesionales, familiares y de otra índole; circunstancia que lamentamos pero sin lugar a dudas ha sido una oportunidad de oro para reencontrarnos con nuestro propio ser y ha abocado a muchas personas a redireccionar su estilo de vida, replantear sus hábitos y volver sobre lo esencial, una tarea a todas luces fundamental que por la premuera del tiempo habíamos dejado de lado pero como “más vale tarde que nunca”, todo esfuerzo que realicemos en tal sentido nunca será perdido.

De lo anterior, resta concluir que “en la mesa y en juego se conoce al caballero” y como dijo Jesucristo hace miles de años “Levántate y anda”.

OTMARO BELALCAZAR CHAVEZ
Médico Internista y Endocrinólogo
Miembro de número de la Asociación Colombiana de Endocrinología y metabolismo